La justicia pensada desde la práctica

Fuentes Maureira. C. (2015). Los dilemas del Juez de Familia. Revista Chilena de Derecho, vol. 42 No 3, pp. 935 – 965.
Por: Camila Andrade
En 2005, Chile creó los tribunales de familia con el fin de proveer resoluciones adecuadas a los diferentes conflictos familiares. Fuentes propone identificar y caracterizar los problemas que aquejan a los jueces especializados en el cumplimiento de sus diversos roles, así como sus rasgos y potenciales causas.
El primer punto que resalta Fuentes es la tensa relación entre jueces y abogados de familia. Los primeros aparecen como déspotas, pues silencian la palabra del abogado y lo cohíben en su desempeño como defensor de los intereses de sus clientes. Por su parte, los abogados, tampoco tienen un ideal manejo de sus casos. Hacen un mal trabajo de representación de las partes, no aprovechan las audiencias, ni estudian bien sus casos. Esto compromete tanto los intereses legítimos de sus representados, como el mismo prestigio del sistema. Así pues, los abogados ineficientes fuerzan a los jueces a intervenir, abusando así de su poder para proveer una solución más justa.
La segunda tensión que resalta Fuentes son las situaciones en donde no se requiere abogado para hacer parte del proceso. En estas, surge el problema del diálogo entre sordos de las partes y los jueces. Es decir que para los jueces, determinar las pretensiones de las personas es difícil, pues generalmente estas no comprenden el lenguaje jurídico. Los jueces se ven obligados a abandonar su postura imparcial y adquirir un compromiso emocional con las partes.
Como conclusión, y ante estas dos tensiones previamente mencionadas, el artículo vuelve relevante la pregunta de qué tan fundamental es la expertise del juez y del abogado. Estos sin duda comprenden las dinámicas del sistema, lo que crea una profunda desconfianza hacia ambos sujetos.Concuerdo con el autor cuando dice que la expertise afecta las actividades centrales para el cumplimiento de las diversas funciones y roles del proceso.
Sin embargo, el artículo de Fuentes no solo enuncia y muestra la tensión y los problemas, también elabora algunas soluciones puntuales. No obstante, es aquí donde aparece una crítica pues la mayoría de los problemas mencionados nos remiten a problemas más profundos: por un lado, a la enseñanza misma del derecho y por otro, a la dimensión ética de nuestra carrera y profesión. El Derecho se encuentra inmerso en cada rincón de nuestra sociedad, por lo que nuestra educación jurídica debe ser transversal con las áreas afines a nuestro campo de acción. En este caso, quizás para ser juez o abogado de familia se deba tener conocimientos adicionales y que resulten útiles a la hora de ejercer y aplicar el Derecho de una manera más justa y ética. Tal y como lo planteaba Dworkin con la idea del juez Hércules, no es suficiente solo saber de Derecho. El rol de los jueces y abogados es el de entender y estudiar el entorno mediante una visión integral, y proveer soluciones puntuales concordantes con este último.
Así mismo, me parece importante recordarle a los lectores abogados y estudiantes de Derecho que tenemos la responsabilidad en nuestras manos y en nuestro actuar, no sólo de la vida e intereses de nuestros clientes, sino del sistema judicial del que todos hacemos parte. En diversas ocasiones culpamos al sistema cuando este no provee soluciones pertinentes y de manera eficaz, pero olvidamos que los jueces y abogados son quienes dirigen el engranaje judicial. Fuentes resalta un punto interesante con su artículo: pensar el sistema sin sus agentes le hace mucho daño a los procesos judiciales. El sistema judicial, y todos sus procedimientos, al momento de pensarlos hay que personalizarlos y tomar a los agentes jurídicos en serio: si jueces y abogados llevaran a cabo un trabajo ético, probablemente no se perpetuarían los problemas que señala Fuentes en el artículo. La situación hoy en día es que hay partes ineficientes, procesos lentos, pues aunque existe conocimiento jurídico, no hay preparación práctica. La invitación es entonces a que desde la formación se tenga en cuenta que el Derecho por si sólo no es más que una herramienta, y que es un campo de vital importancia para la sociedad, que llevado de manera ética ayuda, inclusive, a la legitimación del sistema judicial y por ende, del Estado.

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