Discrepo de este proyecto, por muy loable que parezca. El derecho, parafraseando a Schmitt, es de amigos y enemigos. Un proyecto que proponga ordenar el pluralismo a través del derecho, implica, inevitablemente, asumir a éste último como un espacio de armonía, en donde se diluye la diferencia y surge la coexistencia pacífica. Yo no creo esto: el derecho distribuye. Entorno al derecho se pelea, se gana y se pierde. La conquista del derecho es una conquista de un discurso autorizado que configura y reconfigura nuestro mundo social, que marca la necesidad de ciertos cambios y lo estático de otros y, por lo tanto, su conquista es una lucha constante. Las identidades jurídicas (y aún más las nacionales), como toda identidad, son conflictivas, incompletas, cambiantes. El derecho como discurso ordena, pero también permite, al usarlo, desordenar, combatir y reconfigurar.