Con esta experiencia envidiable Eduardo acrecentó y aquilató las excelsas condiciones que hicieron de él no sólo un privatista y romanista fecundo e insigne sino también un experto docente y consultor en derecho internacional y un comparatista laborioso, imaginativo, abierto a las corrientes del pensamiento humano en un mundo como el nuestro, seriamente empeñado en la tarea de superar fronteras a la imaginación y a la acción. Sus numerosos libros, materiales de enseñanza, artículos, documentos de trabajo testimonian en forma elocuente la magnitud, profundidad y diversidad de las tareas académicas que Eduardo realizó en ese activo y ejemplar taller de la inteligencia que ha sido y es la Facultad de Derecho de la Universidad de los Andes. Los años en que desempeñó con lujo y competencia su decanatura marcaron un hito por su eficaz dedicación académica y administrativa al fortalecimiento de un perfil institucional que hoy nos enorgullece porque nos ha permitido hacer contribuciones significativas al bienestar general de Colombia.